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martes, 24 de noviembre de 2015

LA PRESENCIA DEL DOCENTE ES EL CORAZÓN DE LA EDUCACIÓN


En el corazón del docente se ubica el corazón de la educación. Por encima de metodologías, prácticas y herramientas, la Presencia del docente en el aula es LA HERRAMIENTA, con mayúsculas.
Entiendo por Presencia la manera de estar, ver, ser y vivir en el aula.
El corazón de la educación está siempre en las personas: familias, alumnos, docentes…
Corazón como centro rector e impulsor.

Cambiar la educación pasa por cambiar la mirada y la Presencia del docente
Si queremos adecuar nuestro obsoleto sistema educativo a las necesidades de los tiempos actuales hay que invertir en el docente.
Y no me refiero con ello a más formación instructiva.
La Educación es sobre todo lo demás un encuentro entre personas.
El docente ha de hacer todo un ejercicio de revisión y transformación personal para ser líder de sí mismo.
Esa adecuación interior lo capacita para ser líder de sus alumnos.
Ese liderazgo es sobre las propias emociones, reacciones, miserias, traumas, necesidades y deseos. Se trata básicamente de ser una persona madura que no es empujada por sus propios estados de necesidad egóicos.
Esos estados producen interferencias entre lo que pienso, siento, hablo y ejerzo; se produce una falta de alineamiento personal que genera conflicto y falta de coherencia (interna y externa).
Las aulas son focos de conflicto entre estados de necesidad que se confrontan, luchan y se depredan mutuamente.
Lo que se necesita es un liderazgo de ejemplo de vida que está por encima de esos estados de necesidad.
El liderazgo del docente está sostenido sobre la vocación de servicio, por encima de cualquier necesidad de autorealización. Es dar sin esperar a cambio, sin esperar resultados concretos.


El cambio no es exterior, es interior
Podemos estar implementando nuevas leyes, normativas reguladoras, métodos, sistemas y modelos educativos, que siempre volveremos a esa sensación que de fondo no ha cambiado nada. Porque no cambia el Ser del docente, no se modifica su Presencia.
Los docentes fuimos alumnos que superaron las pruebas de un determinado sistema educativo; es decir, nos adecuamos a él. Ese sistema es el que se revela obsoleto ahora. Pero si no hay una revisión personal de los patrones adquiridos en la infancia familiar y en la formación escolar y académica estamos condenados a repetirlos.
La conflictividad que se vive en las aulas es reflejo del estado de toda la sociedad; y se produce un mayor distanciamiento entre lo que necesitan los alumnos y lo que aportan los docentes o la educación formal misma. La estrategia es más disciplina, rigidez en espacios y horarios, planificación y sobre exigencia de contenidos y pruebas evaluadoras.
Pero se nos olvida cambiar la mirada. Los docentes seguimos idolatrando un sistema que nos habilitó, y parapetados en nuestro sistema de creencias adquirido  ni nos planteamos que pueda haber otro más adecuado a lo que necesitan nuestros alumnos para ser personas plenas y felices el día de mañana.
No sabemos hacer otra cosa y repetimos modelos que son disfuncionales en todo el sistema educativo, desde el ministerio a las aulas, pasando por la idea de educación que tienen las familias o la sociedad.


Una educación integrativa

Para que sean felices dentro de un tiempo los niños y jóvenes han de ser felices ahora. La felicidad y el bienestar no se aplaza. O se da ahora que son pequeños o no se dará nunca (a menos que se sanen las heridas). Pero lo que veo en mis aulas son niños desconectados de sus emociones, con poca capacidad para tramitarlas (sobre todo la frustración), sobre exigidos en un sistema en el que no se sienten tenidos en cuenta como personas.
Es como si nuestros alumnos sólo tuvieran cerebro. Pero tienen cuerpo… y emociones… que son secundarios en el acto educativo. Un ejemplo para a quien le parezca exagerado: seis horas sin poder moverse en el pupitre, salidas al baño estrictas y controladas, no poder beber o comer salvo en el recreo…

La celebración reciente de las Primeras Jornadas de Innovación educativa del Noroeste Murciano en Cehegín ha permitido que muchos docentes nos replanteemos aquello que “sabemos”, sintiendo esa inseguridad de descubrir que hay mucho que no sabemos fuera de nuestra zona de confort acostumbrada.

Afortunadamente podemos aprender, necesitamos aprender otras cosas.
Pero sobre todo necesitamos desaprender mucho.
Y empecemos a plantearnos, al menos la posibilidad, de que otra educación es posible. Una educación a la medida de las personas, de las familias, alumnos, docentes y de la sociedad toda.

Evidencias que no se aplican

El “problema” de la educación no es distinto al “problema” de la empresa, la política y la sociedad toda. El tiempo nos pide cambios, nuevas maneras de entender; asumir y funcionar con nuevos paradigmas .
Desde hace más de 20 años estamos asistiendo a descubrimientos en Neurociencias que revelan el funcionamiento de nuestro cerebro y de cómo aprendemos. La relación entre emociones y aprendizaje es directo. Desde la Psicología hay toda una revolución en marcha que indaga sobre cómo hacer de nuestra vida un proyecto alegre, pleno y comprometido, con sentido a través de la psicología humanista y la psicología positiva en todas sus ramas. El coaching profesional es un acompañamiento para conseguir éxitos. ¿Por qué seguimos sin aplicar estas investigaciones en el aula para mejorar cómo nos sentimos en ellas y el ansiado rendimiento?
La educación es el campo que debería ir siempre a la vanguardia, porque es la mayor contribución al avance de una sociedad que se puede hacer.
Confundimos mucho la exigencia y la excelencia.
La excelencia no se puede exigir; se consigue cuando proporcionamos las condiciones necesarias para que cada uno, alumnos y docentes, den lo mejor de sí mismos voluntariamente, conscientemente, comprometidos.



Nueva educación para nuevos retos

Nunca antes la humanidad ha tenido que afrontar problemas tan globales y trascendentales como en la actualidad. El mundo es una aldea global.
Conocemos los grandes problemas de la humanidad, sabemos sus causas y cómo solucionarlos. Pero nos falta lo fundamental: cooperación, entendimiento, empatía, sentido del bien común.
¿Cómo sería vivir eso en el aula, con alegría y positividad?
¿Cómo sería conectar los intereses de los alumnos con lo que pasa en el aula?
¿Cómo sería llevar la vida misma al aula y no estar siempre virtualizando o abstrayendo lo que aprenden los niños?
¿Y cómo sería salir del aula para explorar la vida?
¿Cómo sería conectar los conocimientos fragmentados de las diversas áreas para aportar procesos cognitivos de orden superior a nuestros alumnos?
Como docentes hay una pregunta esencial:
“¿Eres feliz en el aula? ¿Te lo pasas bien? ¿Disfrutas?”

Mientras sigamos creyendo que aprender cuesta mucho y que enseñar es agotador mantenemos un viejo paradigma anacrónico que cada vez nos debilita más.
No es que no haya problemas, que los hay y muchos. Pero podemos concebir esos problemas como oportunidades para mejorar.
Desde la madurez hay que pasar de la queja a la creatividad.

Los docentes no nos sentimos escuchados, ni tenidos en cuenta por el sistema educativo.
Curiosamente eso mismo es lo que solemos repetir en nuestra relación con nuestros alumnos. Nos sentimos presionados y presionamos a su vez.
Olvidamos que el encuentro entre personas puede ser una oportunidad para pasar del conflicto a la cooperación, a mirarnos a los ojos y descubrir que todos compartimos ese anhelo profundo de ser felices y plenos.
Todos los seres humanos portamos ese anhelo, y hay que reconocerlo en la escuela, hay que vivirlo en ella.

Instrucción no es educación

Los docentes no necesitamos más formación, necesitamos conectar con nuestra propia sabiduría. Y eso mismo es lo que necesitan nuestros alumnos.
Necesitamos conectar las capacidades intelectivas adquiridas con la mirada compasiva de un corazón que es:
-       Presencia en el aula que nutre emocionalmente.
-       Mirada que enviste de grandeza al alumno y refuerza su autoestima y concepto de sí mismo.
-       Liderazgo para afrontar los retos de la vida (no los académicos) desde una relación horizontal y la cooperación entre iguales.
-       Acompañamiento para la germinación de los talentos, capacidades y valores que ya porta el alumno internamente.

Sólo así la educación puede pasar de ser mera instrucción que introduce en los alumnos un conocimiento ajeno, a una herramienta para revelar los tesoros internos, aportar sentido, significado, madurez y plenitud; para que nuestros niños y jóvenes puedan construir un futuro acorde para todos, conectando con sus propias potencialidades, con su propia sabiduría interior.
Así las aulas pueden convertirse en espacios donde docentes y alumnos disfruten descubriendo lo mejor que tienen ya dentro de sí mismos y celebrarlo, ponerlo en valor para mejorar el mundo.

Y esto mismo se puede aplicar a los padres en el liderazgo familiar. Ya no sirve el sistema de creencias y los métodos con los que fuimos criados nosotros. La sociedad y el mundo han cambiado tan rápido que hemos de formarnos y aprender, para que el ser padres no sea una carga que padecer, sino una alegría que vivir en el hogar, como centro nutricio emocionalmente que acoge niños felices al mundo cuyas alas no se podrán cortar, porque han venido con la promesa de cambiarnos a todos y cambiar el mundo tal y como lo conocemos.

Reconocer y apoyar una necesaria educación

Si queremos respetar y apoyar a los docentes en una necesaria revolución respetuosa para una educación que no corte las alas del futuro podemos:

-       Reconocer nuestro valor como padres y reconocer la dedicación de los docentes. Reconocerse y apoyarse.
-       Como sociedad valorar el papel de los padres y docentes, regulando para permitir tiempo de calidad entre padres e hijos.
-       Las familias han de ser puestas en valor de toda la comunidad. Su bienestar es el de todos.
-       No sólo recordar los deberes, también garantizar los derechos.
-       Aligerar la presión académica para cumplir determinados objetivos.
-       Hacer más lento el tiempo del aprendizaje. Se impartirán menos contenidos pero se aprenderán para toda la vida desde la experimentación y la vivencia, desarrollando procesos cognitivos más complejos y ricos.
-       Favorecer la convivencia respetuosa y reconocer la diversidad, apoyando para que los centros educativos sean gestantes de relaciones humanas sanas cuya moneda de cambio sea el respeto y la cooperación.
-       Procurar espacios adecuados para el juego creativo y la exploración.
-       Permitir el error en el aprendizaje, alentar el atrevimiento.
-        Evitar imponer en educación sistemas basados en otros objetivos y valores que no sea el desarrollo integral de nuestros niños y jóvenes, su felicidad; por encima de intereses políticos o económicos.


No cortemos esas alas en nuestras casas ni en nuestras aulas, dejémoslas volar respetuosamente. Veamos en los ojos de nuestros alumnos el brillo y la belleza de esas promesas que están por venir al mundo. Ellos no han venido a repetir esquemas, han venido a crear otros nuevos y necesarios.

En mi aula tengo puesta una frase que me sigue inspirando cada día desde que empecé esta aventura de Ser docente. Nunca imaginé que yo iba a ser el que más aprende en el aula.

"Un espíritu libre no debe aprender como esclavo". Roberto Rosellini.

lunes, 2 de noviembre de 2015

TALLERES DE PLÁSTICA EN LAS AULAS HOSPITALARIAS


Desde hace unos años mi compañera Laura Cerdán y un servidor presentamos unos proyectos de talleres de Plástica en las Aulas Hospitalarias del Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca, en Murcia.
Desde entonces son muchos profesores y maestros los que están participando en ellos. Por un día dejan su puesto habitual y se desplazan al hospital. El equipo de las Aulas Hospitalarias ("super equipo" con muy buenos profesionales docentes) coordina las idas y venidas de cientos de nosotros desde los proyectos de Plástica "Martes con Arte" o de Música ("Música los Viernes").
Os dejo una breve reseña aportando información sobre lo que allí hacemos, agradeciendo a los compañeros de nuestro centro que ese día tengan que cubrir nuestra ausencia en sus guardias.

Un taller de Minfullness y Arteterapia en el hospital.

Cada sesión en el cole del hospital es una aventura emocional que se desarrolla en el encuentro entre personas. Los niños llegan con sus procesos personales y particulares de hospitalización, enfermedad... De ahí que sea natural que aparezcan resistencias a no querer participar o implicarse poco en la propuesta; sobre todo cuando la propuesta busca conectar con uno mismo y no distraerse.
Esa conexión al principio puede ser incómoda o dar miedo, sin embargo al final trae el equilibrio de la regulación emocional, como base para la autogestión de los problemas o conflictos del niño.
No se trata de un taller terapéutico, este no es el encuadre; pero la actividad plástica de por sí trae ese estado de flujo que permite esa regulación o calma de las emociones, y al poco todos van entrando a su ritmo, a su manera, con su particular forma de sentir.
Lo importante es que como docentes no forcemos con exigencia a los alumnos, sino dejarles un espacio de autorregulación emocional y de contención en el que vaya aflorando la confianza en uno mismo para dejarse disfrutar en lo que se propone como actividad.
La maestra Ana gestiona muy bien al grupo, conoce a los chicos y sabe cómo hacerles participar; te apoya, actúa y sugiere para que algunas dinámicas funcionen mejor.
Los más pequeños estuvieron con sus actividades y en momentos seguían el juego de los mayores de descubrir con qué objeto se estaba acariciando, las tres técnicas de masaje (lluvia, río y olas) y entraron de lleno en la pintura de dedos.

Se ve necesario el aplicar con cierta continuidad algunas de estas técnicas de mindfullness para que los chicos puedan participar con mayor implicación (son un aprendizaje en sí mismas).
Personalmente he disfrutado mucho con la interacción con las niñas y niños, desde un sagrado respeto por su profunda y bella singularidad, por la fragilidad dado su estado de hospitalización y el agrado de haber participado en un entorno educativo en el que se cuida al menor y se le respeta, bases asentadas por la maestra de primaria al cargo, Ana. Sin duda es una profesional que pone el corazón en el aula, y ese trato emocional los niños lo sienten y agradecen.

Lo que nos aporta participar de esta experiencia en el hospital es que allí no son tan importantes los contenidos, ni las actividades; lo importante es abrir el corazón y encontrarnos en los ojos de estos niños con bellas vivencias de superación humana, y la capacidad de aportar lo mejor de cada uno para ayudarlos en su situación de enfermedad y hospitalización. Es una situación educativa en la que se pone en valor la empatía y el servicio por encima de la exigencia académica.

Quisiera agradecer como coordinador de estos proyectos de Plástica al Equipo de las Aulas Hospitalarias su dedicación para que sigan funcionando tan bien, y valorar con todos los docentes las muchas iniciativas que llevamos adelante para aportar valor a nuestra sociedad.
Abrazo a todas y todos.